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El peor de los temores con respecto a la salida del Reino Unido de la Unión Europea se ha cumplido: el Brexit es un hecho. La gente de las grandes ciudades ha votado por la permanencia, pero Inglaterra, en conjunto, no es lo que queríamos ver. No es mayoritariamente Londres, Glasgow, Edimburgo. Es otra cosa, con sus pueblos pequeños y sus pubs atestados de euroescépticos. Hay paro, aunque mucho menos que, por ejemplo en España. La tolerancia de los británicos a la burocracia de Bruselas ha sido insoportable. Esto no es nuevo, ni es mentira: el monstruo europeo es ineficiente y costoso, pero los beneficios que aporta el conjunto son muy superiores.
¿Son idiotas los británicos?¿Somos idiotas nosotros?
El problema de comunicación ha sido escandaloso: para los partidarios del Brexit es mucho más sencillo apelar a los gastos y la burocracia cuando no ha habido una campaña de información por parte de las instituciones europeas a lo largo de los años. El Brexit ya había tenido un tiento en 1975 y desde entonces el euroescepticismo ha sido una corriente establecida en una parte notable de la sociedad inglesa. Muy de barra de pub, muy de cuñado, difícil de argumentar con datos, pero sencilla de defender apelando a las vísceras.
La UE debería haber sido capaz de apoyar espectacularmente la permanencia, pero hemos sido tibios, lentos y torpes. No estamos exentos de culpa.
La jugada de Cameron ha sido menos que brillante, poniendo la cuestión encima de la mesa después de ganar el referéndum por Escocia. La intención era forzar la posición negociadora británica en la Unión Europea, pero sus matemáticas fueron malas. Los cálculos le han dejado en mala posición en su partido y han sacado a su país del mejor mercado del mundo. Los británicos son ahora más libres para actuar como país independiente, pero sus costes de producción serán más altos, su marco legal deberá cambiar, sus condiciones de exportación se verán perjudicadas y sus inmigrantes y emigrantes se encuentran en una situación menos estable que anteriormente. Los ingleses verán como la libra depreciada es más competitiva, pero verán reducida su capacidad adquisitiva. El futuro será más incierto tras el Brexit. Incluso los irlandeses y los escoceses se plantean de nuevo su independencia tras verse arrancados de la UE.
Hay tres vías básicas: la noruega, en la que casi todo sigue igual, reducen en aproximadamente un 4% de las aportaciones al presupuesto, pero pierden derecho de voto, la suiza, con acuerdos bilaterales, y la tercera, que sería considerar a los británicos como una nación más de la Organización Mundial de Comercio. La cuarta vía será la británica, que a buen seguro intentará ajustar sus opciones ante unas instituciones europeas despechadas que pretenderán dar ejemplo ante el resto de los socios que plantean su salida.
El mundo, en ese aspecto, será peor para ellos y para nosotros. Y yo lamentaré que no sean parte de la UE.
Esto no es un post de fotografía, evidentemente. Pero me afectará como ciudadano.