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Resulta cada vez más frecuente que una parte crucial de la fotografía no se realice en el momento en el que se dispara. Podemos determinar velocidad, obturación, profundidad de campo, encuadre… Pero no nos parece bastante.
Contar una historia con luz
El número de herramientas efectivas con las que cuenta un fotógrafo profesional determina sus posibilidades reales de contar una historia. Lightroom, Photoshop o Aperture, entre los más destacados, ofrecen un número ilimitado de alternativas a la hora de procesar una foto.
Esto puede repercutir tanto en las mayores capacidades expresivas de la persona que toma la imagen como en la desconfianza que, cada vez más, tiene el espectador sobre la realidad del resultado. ¿Cuál es la imagen real? ¿Un plano más amplio cuenta mejor la historia o solo distrae del objeto principal? ¿Más luz, que permita ver más detalles, o mayor contraste, para expresar con más fuerza?
En este caso he decidido colocar una fotografía de una falla quemándose. Es una fiesta que no me gusta en general (tiene que ver con las múltiples animaladas que suceden en la ciudad durante esos días) pero el ejemplo resulta ilustrativo.
La foto aparece procesada de dos maneras diferentes, pero en la parte derecha podemos apreciar mucha más fiereza del fuego, mayor energía. Simplemente, la cámara dispone de un amplio rango dinámico y sobreexponiendo la foto alteramos la manera de contar una historia con luz. En puridad, la fotografía de la izquierda es como salió de la cámara, pero el ojo humano captaba perfectamente los edificios mientras se veían las llamas, de manera que la segunda sería más «real». Pero ha sido manifiestamente modificada para ese fin. ¿Cuál sería la correcta? ¿O la foto «real» es solamente una idea?
Sergi Albir
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