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Como comenté hace algunas semanas, las psicólogas Matti Ameli y Mar Ortiz colaborarán en esta web comentando cuestiones de autoestima. Este es el primero de los artículos que publicaremos y espero que os interese.
La persona en el espejo
¿Cuántas personas son capaces de sostenerse la mirada cuando se miran en un espejo? ¿Cuánto tiempo son capaces de hacer esto?
Nos sorprendería la poca gente que tiene esta capacidad de mirarse en un espejo y verse. Cuando distinguimos entre mirar y ver, hacemos referencia a que una mirada rápida a esa persona que está en el espejo, casi todos pueden hacerlo, pero VER a esa persona, ser consciente de quién es esa persona (de quién soy yo) ya es un ejercicio más difícil de realizar.
Y esto ¿a qué se debe? Se debe a que, en la mayoría de los casos, nuestra autoestima está más dañada de lo que podríamos pensar. La autoestima es algo muy frágil. Se va formando a lo largo de la vida pero, sobre todo, se empieza a formar en edades muy sensibles, cuando la persona es un niño. Y es en esos tiempos, cuando empezamos a recibir diversas influencias de nuestro entorno más inmediato (la familia) que pueden generar una autoestima sana o una autoestima enferma. Cuando al niño se le pone al lado de su hermano o de su primo para ver quién es más alto, cuando al niño se le hace saber que su hermano o hermana es más listo, o más delgado, se le está enseñando a esos niños que su valor depende de cómo salgan de bien o mal parados cuando los comparan con otros. Aprendemos que nuestra autoestima no es ni nuestra ni auto, sino que dependerá de con quién se me compare o en qué áreas se me compare, llegaré a la conclusión sobre mi propia valía.
Y si nos damos cuenta, muchas de estas comparaciones van relacionadas con la imagen de la persona. La imagen es un constructo social. Si nos damos cuenta, los cánones de belleza, de imagen, han variado a lo largo de la historia, en función de las creencias, valores y tendencias sociales de cada época. Si a esta imposición de lo que se considera una imagen adecuada y aceptada, le sumamos que la mayoría de las personas subordinan su propia autoestima a la comparación con los cánones sociales, podemos llegar fácilmente a la conclusión de que las personas no son capaces de mantener su mirada en el espejo porque no se consideran socialmente aceptables debido a que su imagen no es la “adecuada” al momento social en el que viven.
Desde la revolución tecnológica que consiguió poner una televisión en cada hogar, hemos podido comprobar el aumento de trastornos relacionados con la autoimagen: desde la anorexia, la bulimia hasta el trastorno dismórfico que hace que la persona perciba partes de su cuerpo como desproporcionadas o aberrantes. Pasando desde luego, por todos los problemas que supone tener una autoestima baja, y en muchos casos, directamente, inexistente. La publicidad, tanto en prensa escrita (fotografía) como en televisión, nos ha bombardeado durante mucho tiempo con ideales de imagen que no son realistas. Todos conocemos programas de retoque fotográfico que son capaces de adelgazar a una persona hasta medidas imposibles. Y aún así, mucha gente cae en la trampa de dar esas imágenes por reales, tomarlas como metas personales, y en algunos casos, lamentablemente, morir en el intento.
Debemos tomar consciencia de que estas manipulaciones sociales existen. De que las personas somos algo más que una imagen. Que cada persona es única, y lo que puede aportar a su entorno y al mundo sólo lo puede aportar ella. Y eso es lo que realmente vale. Muchas veces no nos vemos bien, porque no somos capaces de ir más allá. De sostener esa mirada en el espejo, de transcender la imagen física, y llegar a ver a esa persona que vale por sí misma, que tiene ideas, que ofrece sentimientos, emociones y experiencias, que es capaz de hacer muchas cosas útiles, y que simplemente salió mal en una fotografía.
Una acción útil para tomar plena consciencia de cómo es este mundo de fantasía que la publicidad nos vende, es hablar con profesionales de la fotografía y la imagen, que pueden demostrarnos que cualquier persona, con ayuda de la técnica, puede parecer otra totalmente diferente.
Recordemos que somos más que una imagen. Somos PERSONAS, en toda la dimensión y complejidad de la palabra. Y la próxima vez que te mires a un espejo, concédete unos minutos para verte, para conectar contigo mismo y para respetarte por quién eres y no para minusvalorarte por cómo eres.
Psicólogas Matti Ameli y Mar Ortiz
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Valencia
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