El pasado día 10 de enero de 2016 Álex Grijelmo, que es una referencia clave en el lenguaje periodístico de este país, mencionaba las leyendas urbanas en una columna en El País (http://elpais.com/elpais/2015/12/30/opinion/1451475664_615429.html?rel=cx_articulo#cxrecs_s) y proponía que, en muchos casos, el término se puede reemplazar por bulo. Yo mismo suelo distinguir entre unas y otras, pero el concepto de leyenda urbana no es realmente equivalente. Lo que escribía Grijelmo es “Por ejemplo, “leyenda urbana”. La locución urban legend fue inventada en 1968 por el etnógrafo estadounidense Richard Dorson a fin de distinguir entre las fantasías modernas y los viejos mitos de las sociedades rurales, con sus brujas, fantasmas y héroes(para nosotros las “leyendas” genuinas). Es decir, son leyendas urbanas que Elvis vive o que Walt Disney fue sometido a criogenia.
Nada que oponer a su uso (reflejado en el Diccionario desde 2001);pero el texto y el contexto permiten a menudo que la expresión “leyenda urbana” sea sustituida por la simpática palabra española “bulo”. Más breve y contundente“. Un bulo es un concepto más genérico, mientras que una leyenda urbana, para ser tal, necesita de más requisitos, ya que suele implicar la multiplicidad de versiones, elementos de terror, misterio o humor, y en muchos casos tiene un propósito moralista de aviso, que en muchas ocasiones cuenta con prejuicios. Además, suelen mantener un cierto grado de plausibilidad. Un bulo es según la RAE, simplemente, “una noticia falsa propagada con algún fin“, lo que, como ya comentábamos antes, es una simplificación exagerada en aras de la economía verbal. Las leyendas urbanas están siendo estudiadas, cada vez más, en el ámbito del folklore y los cultural studies, con más de 100.000 entradas en Google Scholar. El concepto de bulo encaja mucho más con otra palabra anglosajona, hoax, que también se solapa parcialmente con las leyendas urbanas.